Cataclismo tengo en la cabeza. Al verte se borraron las póstumas y afloraron las venideras. En síntesis, la diástole y la sístole juegan al Badmington en Saigón. El zorro Romell juega al distraído con Adolf y, le dice y le hace creer, que sus tropas llegarán sanas y salvas al destino acordado.
La plaza roja de Moscow tiene un monumento a San Petesburgo tan grande como una bacteria colico-renal.
El Plan Marshal de reconstrucción funcionó perfectamente y, nosotros, los argentinos, nos dormimos la siesta durante los anales de la guerra mundial. Teníamos todo para dominar las necesidades de las potencias europeas y, sin embargo, no lo hicimos ni lo intentamos.
La marcha sobre Roma fue todo un suceso. Berlín a dos aguas; agua de odio e intolerancia y agua de clamor y retorno.
Claman clemencia los nipones, habidos de tecnología, pero faltos de sentimiento y estética facial. Sus grandes y modernas construcciones no engañan a nadie. Todo fue logrado inescrupulosamente.
Las turbinas del Enola Gay nunca supieron la destrucción que llevaban en sí. Sus propulsores dejaron la base de la Fuerza Aérea Williams para acabar la amenaza amarilla.
La guerra es la continuación de la política.