49 - LOS ADORNOS IDIOMATICOS

¿Qué decir de los adornos idiomáticos?. Tantas cosas. Como si una francesita de doble apellido jugara con hilos de tejer, creando las vestimentas de las masas floreñas. Cada persona posee un idioma propio, del cual es creadora. Como si una niña de piernas largas todo lo dijera terminado en diminutivo. Sería… “La Diminutivista”. O como si alguna bella señorita, de múltiples personalidades, fuera adicta a las aceitunas. Sería… “Aceidicta” o “Adictuna”. El caso es que si uno ve a una simpática belleza, que camina por plazas oscuras, debe rescatarla urgente de las garras malvadas de los borrachones, refugiándola en micros del más allá. ¿Y que decir de la escasez de glóbulos rojos?. Sería decir: “noglobrojéz”, o como si una conductora atropellara un cuatricilo en plena bajada, pero marcha atrás. Se diría que no está manejando, sino “manetrasdo”. Los adornos idiomáticos nos persiguen donde vayamos, están en cada rincón de nuestras maquinas de cocer Overlock o Singer. Dicen los antiguos, que los adornos idiomáticos nos hacen ser más especiales, generando amplitud en nuestras mentes. Es por esto, que los utilizamos conciente o inconscientemente, como si a cada cosa la rebautizáramos o, mejor dicho, la “renaceríamos idiomáticamente”.


Señores y señoras, los adornos idiomáticos, son, ni mas ni menos, que, crear un nuevo mundo. Como si uno fuera un gigante que anda por las campiñas galesas, nombrando a cada especie, con nombres a su antojo. En ese momento, el gigante sería como una agradable señorita que nos dice, desde ahora, eres esto que yo digo, ya no, lo que solías ser.