Nunca falta en nuestros cumpleaños, esa tía gorda que viene de lejos y nos regala algo horroroso. Por lo general, estos regalos son comprados en los lugares cercanos a la vivienda de la denominada tía. Si queremos cambiarlo, vamos a tener que ir, si o si, a visitarla. Por lo tanto, debemos agradecer el regalo, usarlo en su presencia y, luego al irse todos los invitados, darle cristiana sepultura en algún naftalinoso y olvidado cajón.