Voy caminando por una selva oscura con ruidos a lo lejos y a lo no tan lejos. Camino despacio tanteando el terreno, mi machete fue robado por los Inkustiki en aquella batalla sangrienta. Una serpiente se atraviesa en mi camino, estaba enroscada en una rama, parecía inofensiva pero al pasar cerca, me dijo: “no tienes idea de a donde te diriges y sin embargo sigues caminando sin cesar”. Al escuchar eso no supe que contestar. Medite por un instante cuando era niño y estaba en el monte cazando serpientes, trate de recordar si alguna vez había oído hablar a alguna. Quizás no les haya dado tiempo al dialogo porque las mataba sin mediar una milésima de segundo. Quizás esta serpiente me quiere decir que los animales hablan pero que no los dejamos porque inmediatamente los encarcelamos. No lo sé. Luego de escucharla pensé y seguidamente le dije: “Las serpientes no hablan, esto es mi imaginación jugando malas cartas”. El bicharraco se acurruco en un hoyo del árbol que era su sostén y no dijo ya mas nada. Me quede mirándola fijo unos instantes pensando en decirle algo mas, pero me di cuenta que había imaginado todo. Seguí camino hasta llegar a un arroyo alumbrado por la luna, me senté en una roca y observe el lugar por unas largas horas.
Me desperté con la misma luna, parecía que las horas no pasaban. Cuando se me cerraban los ojos pensé en despertar de día y caminar para encontrar la salida de la selva pero esta sorpresa de que aun es de noche no me gustó nada. Pense en seguir caminando pero no tenía fuerzas, solo quería estar sentado esperando la llegada del nuevo día.